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Las autoridades saudíes han detenido a un grupo de siete personas que habían solicitado autorización para formar el primer partido político, el Islámico del Pueblo, en una petición dirigida al rey saudí, Abdalá bin Abdelaziz, en el conservador reino de la península Arábiga. (Fuente: Agencia EFE)
Todavía, ya avanzado el siglo XXI, en esta parte del mundo se sigue reclamando el derecho a formar partidos políticos, frente a severas prohibiciones autocráticas acompañadas de castigos, como confirma la información difundida. Los que acaban de atreverse a correr los riesgos previsibles debieron inspirarse en la ola de revueltas por cambios que sacude a los países árabes, hasta el punto de demandar libertad para elegir al gobierno y a los miembros del Consejo Consultivo Saudí, que son nombrados directamente por el monarca absoluto.
Allí el sistema de poder ha funcionado siempre así, contra toda elemental práctica democrática, pero Estados Unidos tan autoproclamado paladín de los derechos civiles en el mundo ha guardado un absoluto silencio oficial al respecto, contando con la tambien muda complicidad de los tiburones mediáticos. Lanzan dardos en los foros internacionales y orquestan campañas satanizadoras selectivas contra países que soberana y constitucionalmente optaron por el unipartidismo y formas peculiares de democracia participativa.
Pero en cuanto a Arabia Saudita donde ni siquiera ha existido jamás partido político alguno, y se continúa aplicando una justicia de corte feudal que prevee la aplicación de mutilaciones corporales en plazas públicas, contra todo derecho humano, ni una sola palabra de condena ni de tenue crítica, simplemente se ignora. El reino de una de las más grandes reservas petrolera del mundo y mercado colosal de la industria armamentista estadounidense se merece un silencio selectivo, se dirá en los círculos encumbrados de Washington.
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