Son conocidos los rituales que observaban los Charrúas en señal de duelo ante la muerte de sus familiares. Los muertos generalmente eran enterrados en lugares altos no muy alejados de las tolderías y cubiertos con piedras de los alrededores.
Muchas veces se colocaba sobre el cuerpo las boleadoras que le habían pertenecido, a un costado su lanza, y a veces al otro costado se dejaba atado su caballo. Esto nos indica que habría existido una creencia en otra vida, una especie de viaje o de regreso para lo cual dejaban el caballo. Precisamente estando en París cuando le comunican la muerte de Senaqué a Vaimaca éste habría murmurado resignadamente: "¡ah, regresó al país. Volverá otra vez."
Volviendo a nuestro territorio el ceremonial fúnebre era riguroso. Antes del siglo XIX las descripciones nos dicen que después del entierro era tanto el sufrimiento moral, que se atravesaban pequeñas varillas de madera o caña principalmente en la piel de los brazos, luego el deudo se iba solo al bosque o a un cerro llevando un palo puntiagudo para hacer un pozo suficientemente profundo y se introducía llegándole hasta el pecho. Pasaba el resto de la noche de pie y a la mañana se iba a un toldo ya preparado para los dolientes donde se quedaba dos días sin comer ni beber. Aún por varios días permanecía en esa situación pero entonces sus compañeros de la tribu le alcanzaban algunos alimentos. Yendo más atrás en la historia se relata que las mujeres, principalmente, se cortaban falanges de sus dedos en honor al fallecido.
Si observamos el dibujo de Guyunusa hecho en Francia con el grupo de los Charrúas, observaremos en su brazo cicatrices de incisiones seguramente practicadas en rituales de duelo por la muerte de familiar cercano.
Este breve apunte nos indica que los Charrúas tomaban con mucha solemnidad y respeto la tradición funeraria de la muerte de cualquiera de ellos. Sentían un sufrimiento moral muy intenso y lo acompañaban con ayunos y sufrimiento de orden físico.
También pensaban que el muerto regresaría a este mundo en algún momento y de allí la explicación de que dejaran un caballo cerca de la fosa. El sentido del viaje lo expresa Vaimaca claramente en Francia y también vemos algo similar en el momento de la muerte de Artigas, que había convivido desde los 16 años con los Charrúas y conocía sus costumbres, cuando sus últimas palabras son: "tráiganme mi caballo".
De modo, pues, que existía un respeto y un verdadero duelo (dolor moral y físico) ante la muerte. Nunca se observó en estas circunstancias manifestaciones de alegría o festejos o exhibiciones de los cuerpos. No se acostumbraba a manifestar con palabras u oraciones ante el difunto los sentimientos que los poseían. El duelo era un acto sencillo auténticamente sentido con tristeza y respetando los restos mortales dándoles la debida sepultura, según su tradición.
Profesemos la Horizontalidad como nuestros ancestros Charrúas.
Sembrando conciencia para cosechar libertad.