
Definitivamente la memoria histórica suele ser obstinada, por mucho que se intente borrarla, y si en la antigua villa derruida y convertida en monumento nacional la mayor parte de los hechos que ocurrieron ahí quedaron silenciados bajo los escombros, ahora las voces de víctimas sobrevivientes reconstruyen los sufrimientos ingligidos durante los años tenebrosos del gorilato Pinochetista.
Unas 120 personas de las cuatro mil 500 que fueron encerradas y torturadas en aquel centro de detención clandestina de la Dirección de Inteligencia (DINA), han comenzado a construir un archivo de voces, muchas veces quebradas por el dolor, para que nadie olvide.
A falta de registros oficiales de detenidos, claro está, los artífices de este proyecto debieron dedicaron años a rastrear y localizar a sobrevivientes familiares de desaparecidos, además de otros testigos que, a través de sus relatos, recrean lo que pasó en aquel lugar, que van transmitiendo imágenes y sensaciones a quienes no lo vivieron, ni siquiera habían nacido en aquellos años oscuros, y también a incrédulos y olvidadizos.
Una excelente receta preventiva sobre lo que puede repetirse cuando el golpismo blande su garra sangrienta sobre nuestras tierras, tan alentado y amparado como lo fue por ejemplo la Operación Cóndor, por el imperio regente, siempre al acecho hegemónico e interesado. Y qué mucho menos se olvide.
“La Memoria”, de León Gieco
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